8 de mayo de 2011

Otra visita a los Saladares del Guadalentín

Cada vez más, quiero disfrutar el silencio y la soledad de los campos: huir del insoportable alud de gritos y ruidos humanos, conseguir la relajación que una extensión amplia, sólo de tierras y árboles, produce.
Y los Saladares del Guadalentín la tienen.
El sábado volví por allí.
Los vuelos de cortejo de las carracas te hacen abrir la boca de admiración. En el aislamiento consentido, pude oir el incesante piar de los pollos de grajilla, el bronco reclamo del calamón, el volantero reclamo del chorlitejo chico, la pesadez de unas cigüeñuelas molestas con no sé qué, el curioso alcaudón real, los inquietos ánade azulón con sus vuelos erráticos, y mil sonidos más para mí inidentificables.
Y hasta la los truenos de mediodía de la futura tormenta vespertina eran bienvenidos.
¡Qué lastima volver a la cruda realidad de la autovía!

Alcaudón real.
Saladares del Guadalentín. 7/5/2011

Saludos.
Antonio.

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