De
repente, el silencio se adueñó del lugar. Sólo el lejano rumor de los
vehículos en la autovía rompía la magia del momento. Detrás mía se oyó,
de pronto, unos aleteos rápidos, de huida desesperada. Yo no podía ver,
pues el carrizo me lo impedía. Y de nuevo el silencio. Un crudo silencio
de negros presagios. Casi flotando, se deslizaba justo por encima del
carrizo, a la espera de la primera oportunidad que se le presentase. Y
se le presentó: un inverosímil quiebro y una caída lanzada hacia la
presa.
Quiero interpretar que su mirada me decía que este espectáculo de vida-muerte era para un solo espectador.
Aguilucho lagunero. Hembra. Anillada en pata izquierda.
Rambla Albujón 15-11-2009
Saludos.
Antonio.
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