Hola a todos/as
Esta mañana he estado por Peñas Blancas, intentando ver los Acentores alpinos. Por supuesto, no los he localizado. En la cumbre, sólo habían 2 cernícalos, 1 colirrojo tizón hembra, algunos aviones roqueros, 4 chovas y 1 Curruca rabilarga. Más abajo, ya había más diversidad y cantidad (verdecillos, carbonero, curruca cabecinegra, pito real, mochuelo, pinzón vulgar. gorriones).
Pero lo que me ha llamado más la atención ha sido un hecho para mí insólito.
En la parte de la solana, la montaña hablaba.
Y lo hacía a través de las plantas de esparto. Se escuchaba un tras-tras quedo y continuo, pero que en el silencio de la mañana, sólo suavizado por alguna brisilla de levante, resonaba como un estruendo.
Estando sólo, en medio de aquélla inmensidad, empezé a tener miedo. El irracional miedo del ignorante que es incapaz de comprender las expresiones de los que hablan diferente a uno mismo.
Porque, de eso estoy seguro, la montaña hablaba. Yo no sé si de penas y tristezas ó de pura alegría (porque mira que aquello sigue siendo bonito después de más de 36 años en que lo visité por primera vez…).
Hasta pensé que podía engullirme y después vomitarme como un guijarro más de los que por allí hay. No quería correr (bueno, aunque quisiese, tampoco podía…) para que mis pasos no la despertasen, así que iba buscando piedras firmes en que apoyarme, pero intentando alejarme lo más posible del espartal, que todo lo inundaba.
Menos mal que, a lo lejos, al final del sendero, apareció una pareja que también subía hablando…. y, en ése momento, como si reptaran, los sonidos fueron desplazándose hacia ellos, por lo que aproveché para escapar como un cobarde.
Avergonzado, esperé abajo hasta que la pareja apareció por un recodo de la senda y les sonreí. A lo mejor pensaron “qué tío tan simpático...”, sin saber que, para salvarme yo, dejé que los sonidos de la montaña acudieran a ellos.
Si vais por allí y queréis escucharlos, hacedlo un día de sol. De sol y soledad.
Pero estáis advertidos: ahora ya no me sentiré culpable si os engulle.
Esta mañana he estado por Peñas Blancas, intentando ver los Acentores alpinos. Por supuesto, no los he localizado. En la cumbre, sólo habían 2 cernícalos, 1 colirrojo tizón hembra, algunos aviones roqueros, 4 chovas y 1 Curruca rabilarga. Más abajo, ya había más diversidad y cantidad (verdecillos, carbonero, curruca cabecinegra, pito real, mochuelo, pinzón vulgar. gorriones).
Pero lo que me ha llamado más la atención ha sido un hecho para mí insólito.
En la parte de la solana, la montaña hablaba.
Y lo hacía a través de las plantas de esparto. Se escuchaba un tras-tras quedo y continuo, pero que en el silencio de la mañana, sólo suavizado por alguna brisilla de levante, resonaba como un estruendo.
Estando sólo, en medio de aquélla inmensidad, empezé a tener miedo. El irracional miedo del ignorante que es incapaz de comprender las expresiones de los que hablan diferente a uno mismo.
Porque, de eso estoy seguro, la montaña hablaba. Yo no sé si de penas y tristezas ó de pura alegría (porque mira que aquello sigue siendo bonito después de más de 36 años en que lo visité por primera vez…).
Hasta pensé que podía engullirme y después vomitarme como un guijarro más de los que por allí hay. No quería correr (bueno, aunque quisiese, tampoco podía…) para que mis pasos no la despertasen, así que iba buscando piedras firmes en que apoyarme, pero intentando alejarme lo más posible del espartal, que todo lo inundaba.
Menos mal que, a lo lejos, al final del sendero, apareció una pareja que también subía hablando…. y, en ése momento, como si reptaran, los sonidos fueron desplazándose hacia ellos, por lo que aproveché para escapar como un cobarde.
Avergonzado, esperé abajo hasta que la pareja apareció por un recodo de la senda y les sonreí. A lo mejor pensaron “qué tío tan simpático...”, sin saber que, para salvarme yo, dejé que los sonidos de la montaña acudieran a ellos.
Si vais por allí y queréis escucharlos, hacedlo un día de sol. De sol y soledad.
Pero estáis advertidos: ahora ya no me sentiré culpable si os engulle.
Saludos.
Antonio.
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